-Sube.
-Gracias, pero ya he pedido un taxi.
-He dicho que subas.
El tono de María es, cuando menos, poco amigable, pero he de agradecer que vuelva a hablarme. Tengo que reconocer que la echo de menos. Y no sólo a Paula. Incluso ha conseguido que añore ese horrible restaurante chino. Hace días que me deja sus papeles en el buzón para no tener que verme, es una auténtica sorpresa encontrármela aquí, en la puerta de mi bloque de apartamentos, esperándome para llevarme a la estación de trenes. Su preciosa mirada castaña no me lanza su odio habitual, es más bien rabia e impaciencia. Antes de que me obsequie con un improperio me monto en su coche, lo siento por el taxista.
-De verdad que no hacía falta María, ahora tengo una pequeña cuenta de gastos y el taxi me lo paga la asesoría… aunque es un detalle que quieras llevarme a la estación.
-Cállate un rato, ¿quieres?
Y me callo. Aún no me explico cómo ni por qué dejo que me hable así. Nadie me ha hablado así nunca sin pagar las consecuencias. Supongo que a esto se refería mi psicólogo. “Crees que como niegas tus sentimientos eres intocable. Nadie puede herirte y si alguien se enfrenta a ti lo destruyes. Has creado un muro a tu alrededor y no dejas que nadie lo traspase. Sólo te relacionas con prostitutas, ¿sabes lo peligroso que es eso? Cuando tengas que enfrentarte a una situación en la que no quieras o no puedas destruir a quien te planta cara, ¿cómo reaccionarás? No eres intocable, Isaac, y antes o después te sacarán de tu error”. Sí, he de cambiar de psicólogo.
-Creo que vamos en la dirección equivocada, por aquí se sale de la ciudad.
-Cállate un rato Isaac, por favor.
Herida en su orgullo, enfadada, triste, rabiosa. Y eso es sólo lo que veo por encima. Si yo fuera psicólogo… me ahorraría una pasta.
-María, ¿se puede saber adónde me llevas?
-A “La marina”.
-¿El ejército?
-El aeropuerto, gilipollas.
Mastico su insulto unos minutos hasta que llegamos al aeropuerto de Tortuosa. Sin dirigirnos la palabra (ahora los dos estamos heridos en nuestros respectivos orgullos) alcanzamos la terminal internacional. “Llegadas”, reza el cartel que nos indica el camino. Una vez allí dentro, cuando estoy apunto de decir algo ella me agarra de las solapas de la chaqueta y se coloca a menos de un milímetro de mí. Sus abultados senos se aplastan contra mi pecho, un enorme calor me inunda y una presión en mi entrepierna me recuerda que hace días que no pruebo el sabor de una mujer. La agarro de la cintura y la aprieto contra mí, para que ella también pueda sentir la presión. Me gustaría hacérselo aquí mismo, delante de todos. Acerco mis labios a los suyos pero ella tiene otros planes para ellos.
-Mira por encima de mi hombro, pero no descaradamente, no debe vernos –me ordena con una sonrisa mal fingida, una sonrisa para el público, no para mí. Quiere que sepa que me odia.
-¿Qué es lo que debo ver? ¿Quién no debe vernos? –le susurro al oído, fingiendo palabras de amor. Su perfume se clava en mis sentidos y comienzo a rememorar nuestras noches de pasión, de auténtico sexo profesional.
-Deja de olisquearme, estamos espiando…
Abro los ojos y la veo. Su pelo rubio ya no me parece tan bien moldeado. Su atuendo me parece anticuado y sus movimientos poco elegantes. Su expresión sombría y su súbita sonrisa, falsa… pero… ¿a quién sonríe Carmen Aguado?
-Mierda –susurro- es Maktum…
-Maktum bin Saeed Al Nahayan, para más señas –aclara María-, acaba de llegar desde Dubai en su jet privado. Ha llegado con su inmaculado atuendo árabe cargado de pasta. Ha tardado diez horas en llegar a este sitio de mierda para hablar con la directora de una asesoría de mierda. Y, ¿por qué? Porque quiere comprarla. ¿Y cuánto va a pagar? Una cantidad obscena de dinero. ¿Y por qué va a hacer eso? –me aleja de ella con un suave empujón y me clava las pupilas en las gafas de pega- ¿por qué Isaac? ¿Por qué le interesa tanto una asesoría de mierda?
Antes de responder intento imaginar cómo ha averiguado María todo eso. Qué le ha contado a Noah y sobre todo cómo alguien de su inteligencia se dedica a poner cafés. Y a vender su cuerpo.
-No es la asesoría lo que le interesa. Es el edificio en sí lo que de verdad quiere.
-¿Porqué? Es una horterada “New Age” de reciente construcción. Fea como el pecado y sin ningún valor histórico, ¿qué puede querer un jeque árabe de él?
-Esa horterada “New Age” guarda un secreto milenario –respondo en tono solemne-. Bajo sus cimientos se oculta un objeto divino, allí abajo está el arca donde Moisés guardó las tablas de la ley. Allí abajo está enterrada el arca de la alianza.
Los ojos de María se despliegan de par en par y abarcan casi toda la terminal.
-Dios mío –exclama-, ¿es eso cierto?
Me permito una dramática pausa antes de responder.
-No.
…..
De vuelta en mi apartamento hago chocolate caliente y meto un par de gofres en el microondas. Necesito una gran ración de azúcar. Y otra mayor de sexo, aunque, me temo, voy a tener que conformarme con los gofres. Le sirvo una taza a María y hago lo propio conmigo.
-Me lo vas a contar, ¿no? –pregunta en un tono triste mientras le sopla al humeante chocolate.
-¿Por qué no? Ya no importa.
-Pues cuando quieras –responde la que fue mi espía particular y la dueña de mis sábanas acomodándose en una de las sillas de la cocina.
-Iba a ser el último gran golpe de Noah. Uno más y lo dejaba. Teme que yo le traicione un día de estos… y no le faltan motivos. El amigo Maktum lleva años buscando el arca de la alianza, está convencido de que existe y pretende dominar el mundo con ella. Eso es lo que el dinero le hace a la gente. La vuelve estúpida. Ha subvencionado varias excavaciones en Egipto, Francia, Irán… y en varios países más para encontrarla. Está obsesionado con ello, de verdad cree que la va a encontrar, y no repara en gastos de ningún tipo.
-¿Y que pinta la asesoría en todo esto? ¿Por qué cree que el arca está enterrada en Tortuosa?
-Porque nosotros se lo hicimos creer. Dentro de unas semanas los herederos de un viejo farmacéutico enormemente rico se reunirán en la asesoría. Queremos unos terrenos que van a heredar. Noah estuvo recabando información de Tortuosa y descubrió que fue parada obligada de peregrinos, caballeros y templarios durante siglos. Aún quedan en la ciudad restos de aquella época, de hecho, la asesoría está edificada en lo que pudo, o no, ser una importante… posada. El caso es que se le ocurrió unir los dos negocios. Compramos la asesoría, les compramos los terrenos a los Villegas, le vendemos el edificio a Maktum y finalmente dividimos la asesoría en acciones y se las vendemos a la junta directiva. Vendemos los terrenos de los Villegas por una cantidad diez veces mayor que la que pagamos por ellos y desaparecemos. Para cuando Maktum se diera cuenta del engaño ya estaríamos muy lejos.
-Pero ¿cómo convencisteis al jeque de que el arca estaba bajo la asesoría?
-Fácil. Demasiado. Sabemos cómo actúa Maktum así que dejamos pistas por Internet que señalaban el lugar. Falsificamos documentos antiguos, los digitalizamos y los colocamos en bibliotecas virtuales de medio mundo. Nuestro amigo árabe se cuela en esos sitios sin permiso y copia todo lo que le parece. Así es como había planeado las excavaciones anteriores.
-¿Y por qué dices que fue demasiado fácil?
-Porque o bien las pistas eran demasiado evidentes o bien el jeque es más listo de lo que en principio nos pareció. Dos semanas después de comenzar la operación mandó a la asesoría un correo electrónico informando de que estaba interesado en comprar el edificio, cuando aún no era nuestro.
-Y dado que nunca lo recibimos he de suponer que Noah lo interceptó.
Sonrío. La mujer perfecta. Y es prostituta. Maldita Carmen Aguado.
-Eso es –aclaro- pero estuvo demasiado cerca y eso puso nervioso a mi socio. Se empeñó en venir a la reunión concertada con Carmen para adquirir la asesoría porque no se fiaba de mí y de mi inagotable deseo sexual. Y una vez allí le ofreció una enorme cantidad de dinero a doña Carmen Aguado.
-Y ella lo rechazó.
-Sí, y Noah dobló la cantidad.
-Y ella lo volvió a rechazar.
-Y él la volvió a doblar.
-Y ella a rechazar.
-Efectivamente.
-Y como fue la única mujer que no pudiste comprar con dinero… te enamoraste de ella.
El silencio es tan evidente como su afirmación. ¿Es que nunca falla una suposición?
-No me enamoré de ella.
-Lo que tú digas –suspira María de mala gana sorbiendo un poco de chocolate-. Eres tan triste Isaac. Y por esa zorra… -susurra para sí mirando el fondo de la taza.
-Nos engañó, desde luego. Nos dijo que nunca vendería un negocio que había fundado su abuelo y nos dejó allí con la palabra en la boca y sin el edificio. Noah ha estado haciéndose pasar por el dueño de la asesoría a través del mail, pero está claro que tanto Maktum como Carmen se han dado cuenta del engaño.
-Y ahora mismo estarán cerrando el acuerdo con un triste polvo de derechas. Por eso te ha mandado a un cursillo de mierda de tres días fuera de la ciudad. O sabe quién eres en realidad o no quiere que sepas que no es más que una zorra presuntuosa. Un puta torpe y egoísta. Eso sí, sin duda va a cobrar más que Paula…
María me cuenta que el jeque le adelantó una cifra por correo electrónico y Carmen la aceptó sin dudarlo. Y ofreció su cuerpo como rúbrica. Va a recibir del jeque diez veces más de lo que le ofrecimos nosotros. Y el jeque va a pagar un tercio de lo que le pedíamos nosotros. Es normal que lo celebren en la cama.
-Y ahora, ¿qué vamos a hacer? Ya no te queda nada que hacer en Tortuosa, y yo…
Contemplo la mirada de preocupación de María y siento algo parecido a un sentimiento dentro de mí. Agarro mi móvil y marco de memoria un número de muchas cifras.
-Noah, soy yo. Los Villegas son el nuevo objetivo. No, no, olvídate de Maktum... Pues porque ahora mismo está follándose a Carmen Aguado.
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